Se acordó de su padre, que acostumbraba a hacer esto, cuando ella se despertaba con miedo. El recuerdo trajo tambien otra escena de su infancia.
Estaba en la playa con su padre y él le pidió que probara si la temperatura del agua era buena. Ella tenía cinco años y se entusiasmó de poder ayudar; fue hasta la orilla del mar y se mojó los pies.
-Metí los pies. Está fría- le dijo.
El padre la tomó en brazos, fue con ella hasta la orilla del mar y sin ningún aviso la tiró dentro del agua.
Ella se asustó pero después se divirtió con la broma.
-¿Cómo está el agua?- preguntó el padre.
-Está buena- respondió.
-Entonces, de aquí en adelante, cuando quieras saber alguna cosa, zambúllete en ella.
Habia olvidado esta lección con mucha rapidez. A pesar de tener solamente 21 años, ya se había interesado por muchas cosas, y desistido con la misma rapidez con que se entusiasmaba por ellas. No tenía miedo a las dificultades: lo que la asustaba era la obligación de tener que escoger un camino, escoger un camino significaba abandonar otros.
Tenía una vida entera para vivir, y siempre pensaba que quizás se arrepintiera, en el futuro, de las cosas que quería hacer ahora.
Ni siquiera en lo mñas importante de su vida, el amor, había conseguido ir hasta el final; después de la primera decepción, nunca más se entregó por completo. Temía el sufrimiento, la pérdida, la inevitable separación. Claro, estas cosas estaban siempre presentes en el camino del amor: y la única manera de evitarlas era renunciando a recorrerlo. Para no sufrir era preciso tambien no amar.
Como si, para no ver las cosas malas de la vida, terminase necesitando agujerearse los ojos.
Había que correr riesgos, seguir ciertos caminos, y abandonar otros. Se acordó de Wicca hablando de las personas que sigen los caminos tan sólo para probar que no sirven para ellas. Pero esto no era lo peor. Lo peor era escoger, y pasarse el resto de la vida pensando si se escogió bien. Ninguna persona era capaz de escoger sin miedo.
No obstante, ésta era la ley de la vida. Ésta era la Noche Oscura, y nadie podía huir de la Noche Oscura, aunque jamás tomase una desición, aunque no tuviese valor para cambiar nada; porque esto en si ya era una decisión, un cambio. Y sin los tesoros escondidos en la Noche Oscura.
Lorens podía tener razón. Al final se reirían de los miedos que tuvieron al comienzo. Tal como ellase rió de las serpientes y escorpiones que colocó en el bosque. En su desesperación no se había acordado de que el santo patrono de Irlanda, San Patricio, había expulsado todas las serpientes del país.
- Que Suerte que existas, Lorens!- dijo bajito, por miedo a que él la oyese.
Volvió a meterse en la cama y el sueño le vino rápido. Antes, no obstante, recordó otra historia más con su padre. Era domingo y estaba la familia reunida comiendo en casa de su abuela. Ella ya debía de tener unos catorce años, y estaba quejándose de que no conseguía hacer determinado trabajo para la escuela porque todo lo que empezaba a hacer terminaba completamente mal.
- Quizás estos fracasos te estén enseñando algo -dijo su padre. Pero Brida insistía en que no; que ella había entrado por un camino equivocado, y ahora no había más remedio.
El padre la cogió de la mano y fueron hasta la sala donde la abuela acostumbraba a ver la televisión. Allí había un gran reloj de pie, antiguo, que estaba parado desde hacía muchos años por falta de piezas.
- No existe nada completamente errado en el mundo, hija mía -dijo el padre, mirando el reloj-. Hasta un reloj parado consigue acertar dos veces al día... "
amo este libro :)
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